Pueden perderse muchas cosas en el trayecto de la vida. Puedes perder amigos, familia, dinero, bienes, sentimientos.
Puedes perderlo todo y puedes no ganar nada. Puedes perder el apoyo y caer, puedes perder las piernas y tener que arrastrarte, puedes dejar de ser lo que eres para caer en la existencia que nada tiene que ver con lo que eres.
Ese día llegará y dejarás de lado a todo, dejarás de lado todo lo que te importa porque sólo quieres recuperar esa cosa que te ha cegado, esa cosa por la que las demás pierden el brillo. Te convertirás en una babosa que se arrastrará por un poco de comida. Estarás sólo.
Sólo hasta que abras los ojos. Sólo hasta que veas que no has perdido lo más importante en tu vida. Sólo hasta que veas que por mucho que pierdas, tienes la opción de conservar algo siempre a tu lado. ¿Qué? Tu orgullo.
Pierde a un amigo, pierde tu vida, el amor, la amistad, tu dinero, tu saber, piérdelo todo.
Drógate, fuma, cae en la desesperación, conviértete en una simple marioneta del azar.
Emborráchate, bébete hasta el agua de los floreros, intenta no ser tú. Pero, si consigues, tras haber caído en el nihilismo, dar el paso hacia el superhombre, nada de esto te importará.
Conservas tu orgullo. El orgullo nunca te va a traicionar, es lo único de lo que puedes depender. Es tu mejor amigo, tu mejor aliado. Es parte de ti, una prolongación de tu alma. El orgullo es el ídolo que debes de seguir, dejando de lado a la razón.
El orgullo eres tú.